El Lebrel Obeso. (9 de 11)
El sexo y el erotismo en buena parte constituyen el mejor
escenario donde se interpretan personajes inventados, todos sabemos lo importante
que son en una vida sexual, sana o enferma, las fantasías eróticas, en el ser
humano el sexo no debe ni puede darse a “pelo”, hay que revestirlo de algo
aunque sea de palabras. A propósito de ello, Steinberg nos cuenta en un dibujo
una conversación erótica que si no es habitual de hecho sí lo es de pensamiento,
entrelazando los globos en los que se circunscribe el diálogo. Se cuenta que el
principal órgano sexual del ser humano es el cerebro y así es en esa “viñeta”
que nos muestra aquello que verdaderamente sucede, los dos globos parecen
chocar como si fueran discursos impermeables el uno al otro.
Todas estas grafías y caligrafías de diálogos y monólogos
nos remiten de una manera mucho más irónica a la esencia del expresionismo
abstracto, dibujando esa nueva mirada paisajística de Steinberg que tiene tanto
que ver con la deconstrucción de la mirada y de la palabra escrita:
“Para Steinberg, como por sus contemporáneos del
Expresionismo Abstracto, el paisaje es una emanación del artista. Encontramos
“steinbergs”, cielos construidos repetidamente con trazos del lápiz, zigzags y
garabatos, campos compuestos de líneas paralelas y horizontales, patrones
ornamentales, notas –tan arbitrarias como las onduladas líneas de Pollock.”
(Harold Rosenberg, op. cit.)
Como del sueño onírico:
“Sus míticos paisajes son también configuraciones de mitos
colectivos, escenas y ciudades fabricados por los sueños de sus no habitantes.
En su fantasía de América están incrustados fragmentos de símbolos populares,
los romances y las historias de frontera y el mal sabor de los diseñadores de
automóviles, arquitectos de Hollywood, expertos en moda y peluqueros de
perros.” (Harold Rosenberg, op. cit.)
Pero Steinberg no inventa de la nada, no es ningún demiurgo
divino aunque quiera contemplar después a sus obras como “cosas en sí mismas”.
Parte de la tradición del arte, en ella se fundamenta y como si fuera un
artista manierista la redice, “la imitación puramente externa de los modelos
clásicos, y, por otra, a un íntimo distanciamiento de ellos” (definición de
manierismo de A. H.). (Arnold Hauser, op. cit.)
Mientras tanto, como el mismo Rosenberg afirma, las
multitudes se agolpan en los límites de los precipicios y los personajes miran
el vacío que hay en las propias pinturas de Steinberg como si buscaran en estos
agujeros blancos la señal que dice se encuentra en la expresión natural de la
pincelada de Pollock o la brocha de De Kooning, pero como los buenos
paisajistas holandeses sus paisajes son horizontales y en ellos la línea del
horizonte está perfectamente marcada, en el fondo el infinito y en el primer
plano el abismo, a los lados varias escenas independientes, como si los
protagonistas no supieran que viven en el infierno.
Eternamente, tras la nada va el lebrel, corriendo impetuoso,
alocado, asustado, persiguiendo en ella algo que no existe.
El pasado es siempre una falsificación.