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divendres, 14 d’octubre del 2016

Saul Steinberg, el lebrel obeso. (8 de 11)



El Lebrel Obeso. (8 de 11)

Como si fuera un pintor medieval pinta paisajes inverosímiles, igual que un hombre del Renacimiento nos describe con líneas y colores extrañas utopías, arcadias capitalistas y norteamericanas en las que pululamos como hormigas. Una vitrina es un Gran Hotel, un florero es un rascacielos y una pirámide es un invento gráfico del algún faraón loco, no hay paisajes sin humanos, no existe la Naturaleza. Sus cocodrilos de pega, simpáticos y graciosos, son la manera dulce de describir un sueño, la pesadilla de todos.

“El mismo Steinberg formuló su concepción de la Naturaleza como una fabricación humana, un compendio de ella se encuentra en la observación que realizó mucho tiempo atrás: “Cuando admiro una escena en el campo, busco la firma del autor en la esquina derecha de abajo”. “No puedo dibujar paisajes, pero sí personas construyendo situaciones... Dibujo dibujando, -drawing derives from drawing-. Mi línea quiere recordar constantemente que está hecha de tinta”. (Harold Rosenberg, op. cit.)

“La naturaleza misma es un artista y, como los artistas, se enjuicia por clichés. La Naturaleza se repite a sí misma, con o sin variaciones, en el momento en que repite imágenes se convierte en un signo indeleble.” (Harold Rosenberg, op. cit.)

“El cliché sustituye al pensamiento con un conjunto de frases y a la experiencia con un conjunto de imágenes. Representa las partes de la conversación que no llegan a nuestros oídos, las imágenes en el muro que nunca veremos. Hoy, con la ayuda de los media, el cliché está más efectivamente camuflado que los más profundos contenidos de nuestro inconsciente”. (Harold Rosenberg, op. cit.)

Steinberg es hijo del Kitsch y del Pop, así pues habría sido un perfecto falsificador de billetes de banco, un delincuente especialista en documentos falsos, es, como todo buen artista, un mentiroso.

El Pop es hijo de un tiempo que vive de los remedos y él también lo es del verdadero arte popular, Steinberg, no es el único, lo pone en evidencia y lo “oficializa” en sus obras consiguiéndolo rescatar como “segundo plato” para convertirlo en primero.

Tratar de ser otro ha sido siempre una tentación permanente y Saúl Steinberg la ha bordeado de manera singular con dibujos y anécdotas, como por ejemplo, aprovechando el hecho paradójico con el que se encuentra mucha gente: no ser el único en la guía telefónica. Esta circunstancia nos puede permitir convertirnos en ese billete falso, pasar por otro, lograr el sueño de Pico de la Mirándola, de Alonso Quijano, de Pirandello y de su “Difunto Matías Pascal”, de Pessoa y de sus múltiples heterónimos.

Al ver los dibujos de Saúl Steinberg pensamos también en otro de los grandes simuladores del imaginario literario, Tom Ripley, el personaje de Patricia Highsmith aprendiendo a imitar la firma de su amigo asesinado.

Alain Delon, su primer y mejor intérprete cinematográfico, aumentaba y proyectaba, con un aparato reflector, la signatura en la pared para reseguirla y así adaptar y domesticar el gesto de su mano, que al disminuir de tamaño paulatinamente, hasta su medida natural, lograba dibujarlo a la perfección, convirtiendo la firma de su amigo asesinado en la suya propia.

Sus personajes, que se dibujan así mismos en líneas interminables, son una paradoja gráfica inmejorable para expresar una verdad psicológica no demasiado fácil de entrever, que nosotros mismos somos nuestro propio autor.

Garabatos, rúbricas, autógrafos que nunca terminan. Las líneas son muecas, arrugas, ruecas, hilos que buscan en el lápiz la aguja que los cosa al saco, ese odre, esa nube oscura, como la que nos dibujaba nuestro padre, que pronto reventará inundando las calles de Metrópolis, avenidas llenas de sueños artificiales, tantos como personas las pueblan, todos seguramente iguales o muy parecidos, copias los unos de los otros.


No te he hecho ni celeste ni terreno, ni mortal ni inmortal, con el fin de que tú, como árbitro y soberano artífice de ti mismo, te informases y plasmases en la obra que prefirieses. Podrás degenerar en los seres inferiores que son las bestias, podrás regenerarte, según tu ánimo, en las realidades superiores que Son divinas. ¡Oh suma libertad de Dios padre, oh suma y admirable suerte del hombre al cual le ha sido concedido el obtener lo que desee, ser lo que quiera!” ("Discurso sobre la dignidad del hombre". Giovani Pico della Mirandola. (1463-1494) 


Saul Steinberg, el lebrel obeso. (7 de 11)


El Lebrel Obeso. (7 de 11)

Toda la obra de Saúl Steinberg es una colección de acertijos, adivinanzas y chistes y, como él mismo afirmaba, una manera de reflexionar dibujando. Arte primitivo, egipcio, dibujos infantiles, Klee, Gris..., todo se mezcla en una conjunción acertada en su amplitud y ambigüedad para tratar una cuestión de hondo y perenne calado: la identidad humana.

Saúl Steinberg es uno de los artistas gráficos que sin ser verdaderamente original consigue que miremos sus imágenes como si fueran realmente “cosas” nuevas, la humildad de la línea y del dibujo es elevado a la categoría de “pieza de museo”, de “tratado filosófico” en el mejor sentido gráfico de la expresión: el de aquél que construye nuevos paradigmas y que parecen desmentir la quimera de la que hablábamos en el capítulo anterior.

En el fondo de la memoria y del recuerdo se encuentra ese origen que todo artista persigue como si quisiera terminar un lago viaje de regreso, entrar de nuevo en el útero materno y mirar el mundo por última vez como si fuera... la primera vez.

Harold Rosenberg, en su excelente tratado de 1978 sobre el artista rumano, hace una disección pormenorizada y certera de su obra y al hilo de la idea expresada en párrafos precedentes afirma que Steinberg concibe el arte como una práctica autobiográfica, es cierto.

¿Los verdaderos artistas hablan de sí mismos haciéndolo de los demás? Steinberg sí.

Rosenberg nos habla de “el señor cualquiera”, y en él pensamos al creer que en ese ser anónimo hay una de las claves de la despersonalización y del proceso de “emblematización” de muchos de los artistas contemporáneos, por eso afirmábamos también que pocos artistas retratan al no querer poner nombre a las cosas, pensando equivocadamente que la palabra oculta su identidad. Pero Steinberg está constantemente retratándose a sí mismo, él no es ningún emblema ni tampoco una de esas rúbricas indescifrables que vemos en sus obras y de las que Mark Twain nos hablaba: autógrafos indescifrables:

"Le escribí una carta en la que mencionaba la colección de conchas formada por un caballero, y otra de pipas de espuma de mar. Refería mi visita a un nabad que tenía millares de autógrafos indescifrables, de esos que adora un espíritu naturalmente dispuesto a las cosas nobles. Y gradualmente mi correspondencia fue de un interés cada vez mayor, pues no había carta en que no mencionase las chinas únicas, los millones de sellos postales, los zuecos de campesinos de todos los países, los botones de hueso, las navajas de afeitar... Tardé poco en darme cuenta de que mis descripciones habían producido los frutos que yo esperaba de ellas. Mi tío empezó a buscar un objeto digno de interesarle como coleccionista. Usted sabe, sin duda, la rapidez con que se desarrolla un gusto de este género. El de mi tío no fue gusto; fue furor, antes de que yo tuviese conocimiento exacto de los avances de aquella pasión dominadora. Supe que mi tío no se ocupaba ya en su gran establecimiento para la compra y venta de puercos. Pocos meses después se retiraba de los negocios, no para descansar, no para recibir el premio de sus afanes, sino para consagrarse, con una rabia delirante, a la busca de objetos curiosos. He dicho que mi tío era rico; pero debo agregar que era fabulosamente rico. Puso toda su fortuna al servicio de la nueva afición que lo devoraba. Comenzó por coleccionar cencerros. En su casa, que era inmensa, había cinco salones llenos de cencerros. Se diría que en aquella colección había ejemplares de todos los cencerros del mundo. Sólo faltaba uno, modelo antiquísimo, propiedad de otro coleccionista. Mi tío hizo ofertas enormes por ese precioso cencerro; pero el rival no quiso desprenderse de su tesoro. Ya sabe usted la consecuencia de esto. Colección incompleta es colección enteramente nula. El verdadero coleccionista la desprecia; su noble corazón se despedaza; pero, así y todo, vende en un día lo que ha reunido en veinte años. ¿Para qué conservar una causa de tortura? Prefiere volver su mente hacia un campo de actividad virgen aún.” (Mark Twain, “El vendedor de ecos”)

La obra de Saúl Steinberg es una colección de cosas insólitas, inauditas, algunas imposibles, como él mismo.