El Lebrel Obeso. (8 de 11)
Como si fuera un pintor medieval pinta paisajes inverosímiles,
igual que un hombre del Renacimiento nos describe con líneas y colores extrañas
utopías, arcadias capitalistas y norteamericanas en las que pululamos como
hormigas. Una vitrina es un Gran Hotel, un florero es un rascacielos y una
pirámide es un invento gráfico del algún faraón loco, no hay paisajes sin
humanos, no existe la Naturaleza. Sus
cocodrilos de pega, simpáticos y graciosos, son la manera dulce de describir un
sueño, la pesadilla de todos.
“El mismo Steinberg formuló su concepción de la Naturaleza como una
fabricación humana, un compendio de ella se encuentra en la observación que
realizó mucho tiempo atrás: “Cuando admiro una escena en el campo, busco la
firma del autor en la esquina derecha de abajo”. “No puedo dibujar paisajes,
pero sí personas construyendo situaciones... Dibujo dibujando, -drawing derives
from drawing-. Mi línea quiere recordar constantemente que está hecha de
tinta”. (Harold Rosenberg, op. cit.)
“La naturaleza misma es un artista y, como los artistas, se
enjuicia por clichés. La
Naturaleza se repite a sí misma, con o sin variaciones, en el
momento en que repite imágenes se convierte en un signo indeleble.” (Harold
Rosenberg, op. cit.)
“El cliché sustituye al pensamiento con un conjunto de
frases y a la experiencia con un conjunto de imágenes. Representa las partes de
la conversación que no llegan a nuestros oídos, las imágenes en el muro que
nunca veremos. Hoy, con la ayuda de los media, el cliché está más efectivamente
camuflado que los más profundos contenidos de nuestro inconsciente”. (Harold
Rosenberg, op. cit.)
Steinberg es hijo del Kitsch y del Pop, así pues habría sido
un perfecto falsificador de billetes de banco, un delincuente especialista en
documentos falsos, es, como todo buen artista, un mentiroso.
El Pop es hijo de un tiempo que vive de los remedos y él
también lo es del verdadero arte popular, Steinberg, no es el único, lo pone en
evidencia y lo “oficializa” en sus obras consiguiéndolo rescatar como “segundo
plato” para convertirlo en primero.
Tratar de ser otro ha sido siempre una tentación permanente
y Saúl Steinberg la ha bordeado de manera singular con dibujos y anécdotas,
como por ejemplo, aprovechando el hecho paradójico con el que se encuentra
mucha gente: no ser el único en la guía telefónica. Esta circunstancia nos
puede permitir convertirnos en ese billete falso, pasar por otro, lograr el
sueño de Pico de la
Mirándola , de Alonso Quijano, de Pirandello y de su “Difunto
Matías Pascal”, de Pessoa y de sus múltiples heterónimos.
Al ver los dibujos de Saúl Steinberg pensamos también en
otro de los grandes simuladores del imaginario literario, Tom Ripley, el
personaje de Patricia
Highsmith aprendiendo a imitar la firma de su amigo asesinado.
Alain Delon, su primer y mejor intérprete cinematográfico,
aumentaba y proyectaba, con un aparato reflector, la signatura en la pared para
reseguirla y así adaptar y domesticar el gesto de su mano, que al disminuir de
tamaño paulatinamente, hasta su medida natural, lograba dibujarlo a la
perfección, convirtiendo la firma de su amigo asesinado en la suya propia.
Sus personajes, que se dibujan así mismos en líneas
interminables, son una paradoja gráfica inmejorable para expresar una verdad
psicológica no demasiado fácil de entrever, que nosotros mismos somos nuestro
propio autor.
Garabatos, rúbricas, autógrafos que nunca terminan. Las
líneas son muecas, arrugas, ruecas, hilos que buscan en el lápiz la aguja que los
cosa al saco, ese odre, esa nube oscura, como la que nos dibujaba nuestro
padre, que pronto reventará inundando las calles de Metrópolis, avenidas llenas
de sueños artificiales, tantos como personas las pueblan, todos seguramente
iguales o muy parecidos, copias los unos de los otros.
“No te he hecho ni celeste ni terreno, ni mortal ni
inmortal, con el fin de que tú, como árbitro y soberano artífice de ti mismo,
te informases y plasmases en la obra que prefirieses. Podrás degenerar en los
seres inferiores que son las bestias, podrás regenerarte, según tu ánimo, en
las realidades superiores que Son divinas. ¡Oh suma libertad de Dios padre, oh
suma y admirable suerte del hombre al cual le ha sido concedido el obtener lo
que desee, ser lo que quiera!” ("Discurso sobre la dignidad del
hombre". Giovani Pico della Mirandola. (1463-1494)
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