El
Lebrel Obeso. (6 de 11)
Un icono recurrente y emblemático de Steinberg es el cocodrilo y
el uso gráfico del globo del cómic, el primero es un “alter ego” de nuestros
propios fantasmas, personales y sociales, la ironía del monstruo, el devorador
insaciable, la boca dentada que todo lo traga, la contra-cornucopia, la vagina
glotona, el estómago que digiere la carne, el metal y, lo más fácil de digerir,
el arte, pura papilla para bebés. El cocodrilo representa la selva primigenia y
la materia prima con el que está confeccionado uno de los símbolos del lujo en
nuestras sociedades consumistas, una joya de la artesanía que nuestra madre,
como buena marroquinera que fue, elaboró con arte y dedicación: el bolso de
piel de cocodrilo, todo un emblema de la excelencia.
El globo, el fumetti, el bocadillo, es también un saco que
transporta pensamientos y palabras, su material es el humo, el aire, el viento
que todos sabemos se lleva las palabras dichas, es también la palabra vista
convertida en onomatopeya visual, es la onomatopeya gráfica hecha verbo. El
globo permite dibujar las palabras y al hacerlo dotarlas de la música que
carecen, a veces, en los textos literarios, es poesía visual.
La
historia de la pintura es la de un artefacto que intenta ser un objeto autónomo
e independiente del modelo, que no lo rememore sino que cree sus propios ecos
fuera y aparte de los recuerdos del artista y del espectador, estallidos
desconocidos hasta el instante de visión, que inicien y den lugar a nuevas
experiencias icónicas y emocionales...
Pero
ello es imposible, tal pretensión es una quimera porque fuera de la propia
experiencia natal, y más allá de los primeros cinco o seis años de vida, nada
es nuevo y todo es viejo; esa “experiencia nueva” es completamente invisible si
es que tiene lugar, más bien es una estafa, un deseo quimérico o, a lo sumo, la
experiencia visual de la nada porque nada escapa a la memoria.
Pero
todos los artistas lo intentan y persiguen, y al igual que Sísifo fracasan
permanentemente.
“Una
cosa me intriga sobre mí: tengo la impresión de saborear ciertos momentos de mi
vida con más placer en el recuerdo que en la acción. Soy una especie de
rumiante.
Hechos
que han podido ser muy breves pueden convertirse en infinitamente ricos y
luminosos en la memoria, algunos reencuentros amorosos, ciertas visitas, aquel
lugar de Italia que deviene fabulosamente bello en mi recuerdo y en el que no
pasé más de treinta segundos.
También
cuando he terminado un dibujo, lo miro con intensidad y curiosidad durante más
tiempo que el que he necesitado para hacerlo.
Y
más tarde, cuando es reproducido, lo miro largamente y lo admiro como cosa en
sí misma.
Ya
no es mi dibujo.” (Jean Fremon, op. cit.)
“Saúl
Steinberg se encuentra en la frontera entre los géneros, es un artista que no
se puede confinar en una categoría. Es un escritor de imágenes, un arquitecto
del discurso y de los sonidos, un ponente de reflexiones filosóficas. Su línea
de maestro, escritor y calígrafo, estéticamente delicioso en sí mismo, es también
la línea del ilusionista formulando acertijos y chistes sobre las apariencias.” (Harold Rosenberg, Saúl Steinberg,
Whitney Mueseum of American Art, 1978)
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