Amor
y hierro. (3 de 7)
Todo
aquello que puede ser descrito con palabras es literatura aunque para ello
necesitemos mil imágenes mentales para lograrlo.
Josep
Pla afirmaba, en una frase ingeniosa, que la novela es literatura infantil para
adultos. Su propósito era el de minusvalorar la ficción en favor de la difícil
descripción. No podía ser de otra manera en un hombre que consideraba que el
reto literario más importante es la elección del adjetivo correcto. No osaremos
criticar su aserto primero en el que estamos totalmente de acuerdo -aunque
pocas veces sigamos la recomendación que de él se deriva-, pero sí
consideraremos que más cardinal que el adjetivo es el sustantivo que debemos
pintar, aunque ninguno de ellos consiga, como en el dibujo de René Magritte,
ser nunca una pipa.
Según
define la RAE
“ilustrar” significa dar a luz al entendimiento, aclarar algún punto o materia
usando, entre otras cosas, imágenes, adornar con ellas un texto, instruir,
civilizar, hacer ilustre a alguien o a algo.
¿Existe
la imaginación literaria pura? Naturalmente que sí, en la poesía escrita, la
palabra también configura nuestra memoria.
Cuentos,
sueños y juguetes, pueblan desnudos nuestras fantasías, y nuestras noches y
días llenos de apariciones y madrugadas. Somos un esbozo en alguna libreta
escondida dentro de una caja que guardamos en un altillo o debajo de una cama.
Entre
la épica y la lírica vive buena parte de la ética, las tres permiten caminar,
valga la expresión, hacia adelante, el pasado, el presente y el futuro son el
suelo firme que pisamos.
Fuera
de extrañas arenas movedizas, pantanos y manglares indecisos en el que se mueve
el arte, queremos hablar de un célebre ilustrador europeo y contemporáneo que
ha caminado sobre roca y ha trabajado el acero sin dejar de ser dulce,
elegante, mordaz y astuto al mismo tiempo, Tomi Ungerer, artista francés y alsaciano
muy apreciado por sus libros infantiles llenos de gracia, frescura y sencillez
y por sus trabajos paralelos dedicados a un público adulto.
Los
presentes dibujos que acompañan nuestras palabras son obra suya, en ellos
encontramos esa duplicidad profesional y estilística que pensamos es digna de
resaltar al ser, precisamente, más aparente que real pues en ambos casos la
ilustración sirve al mismo fin, soñar en el sueño de otro, un extraño conjuro
entre el amor y el hierro, el deseo y la realidad.
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