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dimecres, 12 d’octubre del 2016

Saul Steinberg, el lebrel obeso. (6 de 11)



El Lebrel Obeso. (6 de 11)

Un icono recurrente y emblemático de Steinberg es el cocodrilo y el uso gráfico del globo del cómic, el primero es un “alter ego” de nuestros propios fantasmas, personales y sociales, la ironía del monstruo, el devorador insaciable, la boca dentada que todo lo traga, la contra-cornucopia, la vagina glotona, el estómago que digiere la carne, el metal y, lo más fácil de digerir, el arte, pura papilla para bebés. El cocodrilo representa la selva primigenia y la materia prima con el que está confeccionado uno de los símbolos del lujo en nuestras sociedades consumistas, una joya de la artesanía que nuestra madre, como buena marroquinera que fue, elaboró con arte y dedicación: el bolso de piel de cocodrilo, todo un emblema de la excelencia.

El globo, el fumetti, el bocadillo, es también un saco que transporta pensamientos y palabras, su material es el humo, el aire, el viento que todos sabemos se lleva las palabras dichas, es también la palabra vista convertida en onomatopeya visual, es la onomatopeya gráfica hecha verbo. El globo permite dibujar las palabras y al hacerlo dotarlas de la música que carecen, a veces, en los textos literarios, es poesía visual.

La historia de la pintura es la de un artefacto que intenta ser un objeto autónomo e independiente del modelo, que no lo rememore sino que cree sus propios ecos fuera y aparte de los recuerdos del artista y del espectador, estallidos desconocidos hasta el instante de visión, que inicien y den lugar a nuevas experiencias icónicas y emocionales...

Pero ello es imposible, tal pretensión es una quimera porque fuera de la propia experiencia natal, y más allá de los primeros cinco o seis años de vida, nada es nuevo y todo es viejo; esa “experiencia nueva” es completamente invisible si es que tiene lugar, más bien es una estafa, un deseo quimérico o, a lo sumo, la experiencia visual de la nada porque nada escapa a la memoria.

Pero todos los artistas lo intentan y persiguen, y al igual que Sísifo fracasan permanentemente.

“Una cosa me intriga sobre mí: tengo la impresión de saborear ciertos momentos de mi vida con más placer en el recuerdo que en la acción. Soy una especie de rumiante.

Hechos que han podido ser muy breves pueden convertirse en infinitamente ricos y luminosos en la memoria, algunos reencuentros amorosos, ciertas visitas, aquel lugar de Italia que deviene fabulosamente bello en mi recuerdo y en el que no pasé más de treinta segundos.

También cuando he terminado un dibujo, lo miro con intensidad y curiosidad durante más tiempo que el que he necesitado para hacerlo.

Y más tarde, cuando es reproducido, lo miro largamente y lo admiro como cosa en sí misma.

Ya no es mi dibujo.” (Jean Fremon, op. cit.)


“Saúl Steinberg se encuentra en la frontera entre los géneros, es un artista que no se puede confinar en una categoría. Es un escritor de imágenes, un arquitecto del discurso y de los sonidos, un ponente de reflexiones filosóficas. Su línea de maestro, escritor y calígrafo, estéticamente delicioso en sí mismo, es también la línea del ilusionista formulando acertijos y chistes sobre las apariencias.” (Harold Rosenberg, Saúl Steinberg, Whitney Mueseum of American Art, 1978)